texto por Fernando Franco

Javier Iglesias vuelve tras exponer su obra en la Casa de Galicia en Madrid

Faro de Vigo, 17 de Abril de 2004

En el palacete de la Casa de Galicia sito en Madrid puedieron muchos contemplar sus propuestas realistas. Es cierto que Javier Iglesias tiene otra línea de acción pictórica, pero también que es su obra realista la que más seguimiento y admiración ha despertado. La otra, en la que aún continúa experimentando y no ha sido expuesta públicamente nunca, figurativa pero con mucha carga de recreación, todavía pertenece al secreto de sumario. Pero la obra que presentó estos días en la Casa de Galicia en Madrid corresponde a su faceta conocida, ese realismo minucioso y perfecto hasta el asombro, hasta la duda sistemática ante un trabajo que lleva a la duda: ¿es fotografía?

Pero mentiríamos si nos quedáramos en esta etiqueta de realista, sin más. ¿Cómo no hablar de algo tan capital en su obra como esa luz con la que consigue profundidad y tridimensionalidad? El caso es que allá por donde Iglesias mueve su pincel, sean ambientes urbanos, rurales o marinos, atrae al espectador, lo hechiza con la belleza de lo concreto, le hace captar aspectos de la realidad retratada que en la realidad misma pasarían sin ser advertidos.

Huelga decir que este artista es un perfeccionista hasta el hartazgo, muy lento por tanto en la ejecución de sus obras por la brutal minuciosidad que precisan. Como dice en la introducción del catálogo Francisco Palbos con esa percepción que le distingue, «los pincles, como cálamos, dibujan y cromatizan la tela de soporte con la delicia de los maestros del pasado; de aquellos que ilustraron las muy Ricas Horas del duque de Berry, para asegurar que lo cotidiano es perdurable y que todo puede ser pintura si el artista se empeña en ello».

En la Casa de Galicia en Madrid seguro que se han sucedido los asombros ante esta obra en la que, es otro aspecto, Vigo aparece en minuciosos retratos.

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